Días atrás me encontré con un video donde el autor hablaba de lo difícil que era para él ser disciplinado. Después interesante historia sobre el cerebro y su funcionamiento, concluía que era más fácil construir hábitos y que para ello había que tener en cuenta la forma en que funcionaban los hábitos:
- Disparador: El suceso que dispara el hábito. Ejemplo: Una situación que genera estrés.
- Acción: La acción que se ejecuta (el hábito). Ejemplo: Salir a fumarse un cigarrillo.
- Recompensa: La «recompensa» que se obtiene del hábito, sea buena o mala. Ejemplo: Un buen golpe de nicotina.
Pensando en esto, y haciendo memoria de todas las veces que mis intentos de establecer una rutina han fallado, me dispuse a establecer puntos que me permitan lidiar con el asunto sin perder la motivación ni frustrarme con las barreras que me impiden ejecutar mi rutina. El autor del video recuerdo que era de Suecia, Finalndia, Noruega o alguno de esos países de primer mundo en donde todo el mundo es mono y bonito. En el entorno en el que yo vivo la rutina no solo se ve como algo aburrido y negativo que hay que evitar y romper, sino que además existe una lista gigante de factores que dificultan mucho tener una rutina consistente día a día, cosa que intentaré desglosar a continuación (no voy a ser yo el único culpable de esta incapacidad generalizada de tener rutina):
La falta (a veces absoluta) de planeación y de orden de las personas que te rodean
No es ofensa. Esto es cultural y está profundamente arraigado, pero hace mucha mella a la hora de ejecutar cualquier proyecto así sea en solitario. Algo tan simple como establecer un horario de dormir y despertar puede volverse todo un asunto. Seguramente esto impacta mucho menos a aquellas personas que hacen labores más mecánicas o a corto plazo, pero cuando se trata de un proyecto que se extienda incluso más allá de un semestre, esto puede ser desastrozo. Peor aun cuando hay etapas creativas o de análisis.
El desinterés de tus compañeros, amigos y familiares por tus objetivos personales
No creo que sea cuestión de verlo como un plan malvado para no dejarte progresar, pero no debería de pasarse por alto cuando tu amigo, compañero o familiar te dice que esto o aquello «no es tan importante» o que «puede hacer después» o que «hay algo que es más prioritario». No es un pecado que a otro le importe madres lo que es importante para uno, pero muchas veces se convierte en una desmotivación o en una excusa que va empujando tus prioridades al último puesto de la fila.
El internet, el correo, el televisor y las redes sociales
Son un gran y malvado enemigo de la efectividad. La cantidad de tiempo que una persona puede invertir allí versus el beneficio es algo que debe valorarse y medirse. El ocio es bueno y necesario, pero deben de encontrarse alternativas más constructivas o que por lo menos no terminen generando más estrés y cansancio. Lo más grave es que mucho de este tiempo invertido deteriora la calidad de vida de uno mismo y/o de su familia.
Uno mismo y su idea de ¿Para qué, si…?
Antes que nada, MEA CULPA. Y es que después de lidiar con todas esas barreras y de fallar una y otra vez en la construcción de una rutina, volver a comenzar y verse sorprendido por la risilla burlona de algún compañero que mira con escepticismo el incipiente itinerario que estás construyendo, puede ser más que suficiente para desistir. Creo que es necesario sobreponerse a esa idea que susurra «¿Para qué lo hago, si luego van a venir a…?» y mejor trabajar sobre el hecho de que la construcción de una rutina es un proceso que requiere ajustes, de acuerdo a los resultados o a las nuevas circunstancias. PHVA, de esos organizacionales y jartos, pero esta vez aplicado a la rutina personal : Planear, Hacer, Verificar y Ajustar.